La Procrastinación Productiva en las empresas: Por qué lo hacemos y cómo evitarlo
¿Has
visto a compañeros de trabajo que con frecuencia están “socializando” en los
pasillos, o a otros que no encuentran el momento “ideal” para ordenar los
papeles de su escritorio, o bien, pasan tiempo en reuniones que con frecuencia
son juntas larguísimas y no “atienden” su trabajo?
Este comportamiento en las empresas y en la vida en
general se denomina “Procrastinar”; la palabra proviene del latín “procrastinare”, que significa pro,
adelante; y “crastinus”, referente al futuro.
El término hace referencia a la acción de posponer o
postergar una actividad que en la empresa es nuestra responsabilidad, dejándola
para otro momento, para otro día, o para otra semana o fecha por cumplir; el
tiempo en este tema no es tan “relevante” en sí (valga la expresión), porque lo
que importa y lo que hay que destacar de manera especial, es que la tarea o
actividad que se tiene que realizar se aplaza, o peor aún, no se concluye; eso
definitivamente trae una afectación en la organización. Los colaboradores sí trabajan, pero en múltiples
ocasiones se labora en todo menos en lo que corresponde hacer, y es cuando
surge la llamada “Procrastinación Productiva.”
Es evidente cuando
las personas están postergando alguna actividad; si hemos de ser honestos,
todos como seres humanos hemos procrastinado en algún momento
no sólo en el trabajo, sino también en otros ámbitos de nuestra vida, atravesando
por tres etapas principales:
1ª
Etapa: Incomodidad por la actividad que se debe hacer
2ª
Etapa: Ocupación, es decir, realizando otras actividades menos
importantes que la que debe cumplirse, y
3ª
Etapa: Justificación, en la que suele aparecer la famosa frase de
"mañana será otro día" o “mañana lo hago porque tendré más tiempo.”
Para comprender mejor lo que significa procrastinar es
conveniente conocer sus principales características:
1. Es una condición humana; procrastinar o
aplazar actividades es parte de nuestro comportamiento diario porque siempre
habrá circunstancias que nos agraden o no, que nos sean atractivas o que
rechacemos, que nos provoquen miedo o aversión, o situaciones que busquemos
intencionalmente porque son más gratas que esa tarea que debe llevarse a cabo;
esta conducta sucede a tal grado, que empezamos a postergar la realización o
término de un reporte, la elaboración del informe mensual, una llamada con un
proveedor o cualquier otra actividad que vamos retrasando porque preferimos
hacer otra cosa ya que esa tarea no es de nuestro interés o no sabemos cómo
abordarla aunque debamos hacerlo como parte de las labores a desempeñar en el
puesto.
2.
Se puede procrastinar en cualquier ámbito de la
vida: personal, familiar, educativo, social, laboral, etc.; no se presenta
solamente en estudiantes o en relación con actividades y tareas académicas como
se tiene conceptualizado y difiere de persona a persona, según nuestros gustos,
intereses o conveniencia.
3. Otra
situación interesante es que se presenta tanto en hombres como en mujeres; se han
hecho estudios en los que los científicos y expertos han demostrado que la
procrastinación se da más en los jóvenes, por lo que estos se vuelven un tanto
el centro de atención sobre todo en el ámbito académico o laboral, porque son
más propensos a cambiar de opinión, a moverse, a decidir por la inmediatez al querer
recibir una respuesta inmediata a lo que hacen, así como por la satisfacción
que tendrán al gratificarse haciendo otra tarea o actividad, en lugar de
aquella que deben realizar de manera prioritaria.
4. Se tiene la idea de que se procrastina por pereza o por flojera, y que eso lleva a “no hacer”; sin embargo, es imperativo
observar más al colaborador cuándo se comporta así para verificar si esa
actitud en el trabajo es generalizada, porque podemos interpretar erróneamente
lo que vemos, sin habernos asegurado antes que posiblemente el trabajador esté
atravesando por uno de los cuatro momentos siguientes que pueden llevarlo a
procrastinar:
* Estar viviendo un período de depresión; solo se ve
el pasado y se sufre por ello; se recuerdan experiencias anteriores que llevan
a pensar que, si se hace de nuevo esa actividad el resultado será igual y
entonces volvemos a postergar la actividad.
* El estrés causado por determinadas actividades del puesto
afectando el estado emocional del colaborador. Para
luchar contra el estrés se recomienda subir las habilidades para realizar las
tareas o bajar el reto y así disminuir esa sensación.
* Por ansiedad, cuando la actividad representa un problema y se percibe
como algo complejo o de gran tamaño y se siente que no se podrá concluir, de
manera que no se acometen acciones para iniciarla o bien para concluirla.
* Por cansancio o fatiga extrema que no
se ha sabido atender para relajarse lo suficiente como para emprender esa tarea
que se debe realizar en el trabajo.
¿Por qué lo hacemos?
Existen diversas razones por las que procrastinamos
y no logramos completar las tareas que tenemos por hacer en tiempo y forma;
algunas de ellas son:
a)
La falta de significado de la actividad, es decir,
que la tarea que debo realizar no me sea atractiva o no me gusta, lo que
promueve que elija hacer otra actividad que me entretenga, que me relaje, que
me haga sentir bien; otra situación es que no hay claridad en la meta por cumplir y hacemos desidia;
es muy difícil de lograrla y eso me genera sufrimiento por lo que se tiene que
hacer y se buscan excusas para no hacerlo. Sin embargo, sucede algo interesante y es que esa actitud se modifica cuando veo una
amenaza real o un “castigo” de mi jefe hacia mí o a otros compañeros, por
ejemplo: si el colaborador ve que en la empresa se está despidiendo personal y
este ha sido reincidente al llegar tarde al trabajo, es más probable que sienta
temor y eso le haga reaccionar cambiando su conducta y comprenda que es mejor
llegar puntual, solo así se va modificando el hábito de retrasarse en la hora
de entrada a la empresa.
b)
El miedo o temor que representa hacer
esa tarea, pareciera que no es real sentirse así, pero es tan
cierto que es primordial considerarlo para identificar cuando se tiene esa
sensación; por ejemplo al emprender un negocio, la idea y el deseo están
presentes pero existe el temor de fracasar, de no conseguir el dinero para
echar a andar el proyecto, miedo de no tener éxito, etc., y eso genera inseguridad
deteniendo a la persona para cristalizar su sueño y se sigue adelante
trabajando para una empresa y un jefe, sin arriesgarse y atreverse a probar la
experiencia de ser emprendedor.
c)
En la Universidad de Constanza en Alemania, científicos han estudiado
la procrastinación, llegando a la conclusión de que las personas se comportan
de esa manera posponiendo sus asuntos porque creen y afirman que el día de mañana será más adecuado para
realizar una actividad, es decir que hoy se tiene la tarea en mente, hoy se
piensa bien el cómo acometerla, se acomodan las cosas para lograrlo, y entonces
hasta mañana la inicio, porque estará meditada y más ordenada creyendo que el
desempeño será más efectivo, pero es un autoengaño, porque solo se volvió a
postergar la acción.
d) Piers Steal, investigador de la Universidad de
Calgary en Canadá, habla del perfeccionismo en la llamada “Teoría de la
motivación temporal”, haciendo referencia a que lo que se debe hacer debe ser
único y debe estar perfecto, y buscando esa perfección, es que se aplaza la
acción; por lo que cabe recordar que la perfección no existe, pues siempre
habrá alguna mejora posible por realizarle a esa tarea siempre nos puede faltar
algo para optimizar la tarea, porque nada
es perfecto (pueden faltar ideas, dinero, ganas, tiempo, equipo, apoyo,
información, etc.), es decir, que las condiciones ideales no existen, y si no
iniciamos o no concluimos el proyecto, este se puede volver cada vez más abrumador,
incitándonos a procrastinar.
e)
Y otra de las razones comunes por las que se procrastina
es por desorganización, por no darse el tiempo de acomodar el lugar de
trabajo y no tener los recursos necesarios a la mano para no perder tiempo, por
lo que la disciplina diaria de evitar distracciones como hacer llamadas
telefónicas no importantes o urgentes, checar constantemente las redes sociales
y el correo, siempre será de gran utilidad.
Si se procrastina con regularidad, entonces se
tendrán consecuencias laborales importantes; continuar con este proceder lleva
a tener un comportamiento que muy probablemente ya se haya convertido en un
hábito, llegando incluso a afectar la productividad de la empresa; estas
consecuencias son principalmente de tres tipos:
1.
Personales. Es cuando lo que se posterga está referido a asuntos
pendientes de atender o resolver, pero que son actividades de uno mismo, o sea,
de asuntos propios del trabajador, y al posponerlos esto representará una
situación que conflictuará inmediatamente a la persona, los problemas se le
regresan e irán en contra de sus gustos, de su entretenimiento o de su descanso
personal, mermando así su autoestima, provocándole inseguridad como individuo y
al llegar al trabajo, haber pospuesto sus propias cosas impactará negativamente
en su estado de ánimo y en su dedicación y atención a las labores que le
corresponden a su cargo, volviendo a procrastinar probablemente aún más en el
ámbito laboral.
2. Grupales o Departamentales. Se presentan cuando al
procrastinar o postergar una actividad, las consecuencias abarcan a los colegas
o al área de trabajo, lo cual podrá generar una llamada de atención, una
sanción y hasta la inconformidad del grupo, pudiendo llegar a un cambio de área
o a la salida de la organización, ya que no se están atendiendo las labores
propias del puesto.
3. Empresariales. Es la
afectación que se da por el mal hábito que varios de los colaboradores tienen
hacia el trabajo; pueden incluso aliarse para
no enfrentar una tarea, complicando las circunstancias en términos de
productividad y, por ende, de competitividad organizacional.
Como vemos, las
consecuencias de los retrasos evitables siempre tendrán un costo elevado, representarán pérdidas
de productividad y un impacto emocional importante al afectar la autoestima del
colaborador.
¿Cómo lo
podemos evitar?
Se pueden abordar diferentes estrategias para no
procrastinar y avanzar en el trabajo para ir cambiando ese hábito y ser
productivo organizacionalmente:
1.
Lo primero es NO
sentir culpa; ese sentimiento no ayuda, sólo nos reprime, nos detiene de cualquier
acción y nos lleva a aplazar las cosas; si quieres dejar de procrastinar, debes quitar cualquier significado de
culpabilidad, no es un pecado o debilidad, por ello la sugerencia es eliminar ese sentimiento
y mejor poner manos a la obra, acercándose más a la actividad, analizarla y revisar
las habilidades y conocimientos con que se cuenta, para entonces actuar.
2. Otra medida importante es no buscar la perfección, sino la excelencia;
buscar lo óptimo, pero no lo perfecto, porque esto último solo provoca
insatisfacción ya que la perfección no existe.
3. Te recomiendo también poner por escrito la meta, la actividad o la
tarea por realizar, y debajo de ella enlistar al menos 30 razones por las
que se debe llevar a cabo, qué pasará si se cumple, qué sucederá cuando se concluya,
y cuando se esté a punto de desistir, es muy útil repasar la lista de razones,
esto reforzará el seguir adelante hasta la culminación.
4. Cuando tengas frente a ti una tarea grande o muy retadora, divídela en
partes, segméntala para que te sea accesible su realización. Una vez que
esté dividido ese trabajo, asígnale un tiempo; destínale al menos de 10 a 15
minutos por ocasión, y con ello sentirás que avanzas y que estás abonas toda
tu atención y tu esfuerzo para terminarla. Dividir el objetivo en tareas más
sencillas y concretas que seamos capaces de manejar justo por su sencillez nos
hará sentir más seguros para concluir.
5. Existe la llamada “Regla de los 2 minutos”, y consiste en que
destines tan solo dos minutos de tu tiempo cada día para realizar la actividad
que tanto pospones; de esta forma te podrás percatar que, iniciando con 2
minutos, en breve serán 5, 10 o más minutos que le asignaste y ni cuenta te
darás. ¡Empieza con esos 2 minutos y pronto notarás el cambio que vas a lograr,
rompiendo de a poco con ese mal hábito de procrastinar!
6. La actividad que tienes que emprender, se sugiere que la lleves a cabo siempre
por la mañana. Bryan Tracy, experto en productividad,
recomienda la técnica de “comerse la
rana” primero, es decir, que la
tarea más difícil de afrontar, la más desagradable o la más repugnante, siempre
sea la primera tarea por realizar por la mañana, porque es el mejor momento, llegas
fresco y listo para iniciar tus labores, de manera que la mañana es considerada
en términos de productividad como la mejor hora.
7.
Es altamente recomendable aprender a administrar el tiempo laboral,
así como el tiempo personal, organizándose de manera totalmente consciente,
cambiando el método de trabajo que no ha dado resultados a la fecha, sin
correo, redes sociales o cualquier otra distracción; toma un curso de
administración del tiempo para que te permita atender todos tus asuntos agendándolos
previamente y hazte el propósito de respetar esos compromisos, aprendiendo sobre
todo a respetar tu tiempo y el de los demás; te sentirás liberado y preparado
para las siguientes actividades por cumplir.
8.
Existen 2 normas de oro; el Psicólogo Rafael Santandreu menciona
dos máximas que te ayudarán a ya no procrastinar: a) “Yo siempre acabo lo que
empiezo”, y “Yo siempre hago lo que he dicho que iba a hacer”, pruébalas para
reforzar tu nueva forma de trabajo.
9.
Si realizas todas las recomendaciones y empiezas poco a poco, podrás
convertir tu nueva actitud, en un hábito sumamente positivo que puede
imitarse por otros compañeros, contribuyendo a que la empresa sea más
productiva en la suma de los esfuerzos de todos.
10.
Y por último, aplícate la “Teoría de la Recompensa”; es un enfoque
interesante que te permite visualizar el reconocimiento que te podrás ofrecer a
ti mismo; una vez que hayas alcanzado el resultado final de la tarea concluida,
piensa en aquello que obtendrás al término de la actividad que tanto has
postergado, piensa en gratificarte por un logro laboral más, pudiendo ser algo
sencillo o más agradable, como premio por tu nuevo hábito laboral: una cena, el
tomar un helado al salir de tu jornada, ir al cine, comprarte algo que te
gusta; y desde luego, fomenta esa conducta hasta que sea un verdadero hábito en
ti, de manera que las siguientes actividades por realizar tengan un significado
especial por dicha recompensa.
Analiza tu comportamiento en la empresa, revisa a consciencia
qué haces cuando llegas a trabajar y si realmente cumples con todas las
actividades programadas, porque cambiar el hábito de procrastinar sí es posible
haciendo un compromiso contigo y con la empresa que ha confiado en ti al
contratarte como parte del equipo organizacional, y sobre todo, recuerda
siempre la siguiente frase:
“El primer mejor momento para empezar una
actividad fue ayer, y el segundo mejor momento, es hoy”.
¡Seamos productivos!
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